miércoles, 8 de julio de 2009

Olores

Me aferré a la funda de tu almohada hundiendo mi cara en la tela, intentando guardar en la memoria el aroma que empezaba a alejarse, en una calmada desesperación de lo indefectible, como si respirándote pudiera retenerte por unos instantes.

Miré el vacío, ya no de la almohada, de la cama, de la silla, del sofá, del teclado de tu ordenador, del pasillo, del comedor, de la puerta de la cocina, de la esquina de la calle… sino el vacío de mi vida. Ese hueco sordo que me encogía al mirarlo a los ojos.

Puse las sábanas en la lavadora y dejé la funda de tu almohada a salvo. Aún no. Necesitaba poder olerte para sentirte cerca, como un animal extraviado en una noche negra y opaca que busca el regreso a la madriguera tras el rastro fragante de su manada.

Me abracé a tu jersey azul oscuro como si con ello pudiera notar el tacto rugoso de la piel de tu frente castigada por las tribulaciones y las angustias. Conservaba ese aroma mezcla de tu colonia y tu piel curtida por las experiencias. Y me acurruqué en la costura y me imaginé posando mi frente en el hueco de tu cuello y mi mejilla sobre tu hombro, e inhalé hondo los minutos, las horas, los días y los años pasados contigo como si oliera los rincones de los pliegues de tu nuca y las esquinas de tu tiempo compartido conmigo y del vivido sin mí.

Tu ausencia muda, vacía, amarga y precipitada hizo que me asiera a los olores que inundaban todo cuanto te pertenecía, aferrándome con las uñas descarnadas a lo único que podía tocar que fuera una vaga imitación de ti.

Al paso del tiempo, tu esencia se evaporó de la funda de la almohada, de tu jersey azul, de tus sitios… Y mis uñas se encarnaron de no agarrarse con la furia de intentar lo imposible.

Pero aún hoy, si cierro los párpados, inclino la cabeza hacia atrás y respiro muy despacio, puedo oler por dentro en el fondo de mi nariz, casi cerca de los ojos, la mezcla de tu colonia y tu piel surcada… Sellando sin querer el recuerdo con una lágrima que resbala parsimoniosa por mi mejilla.

6 comentarios:

Alyebard dijo...

Costa, veritat? Una abraçada

Anónimo dijo...

lAs cicatrices frescas hay que guardarlas del sol. Con el tiempo llegan a ser parte de la orografía de nuestra piel. Luego pasamos la mano por nuestro cuerpo y adivinamos la irregularidad del corte ya cerrado. Entornando los ojos sabemos cómo empezó y cómo cursó ese tajo en nuestra vida.

Cuidado porque ahora el sol está muy alto, pero la cicatriz pasará de rojo a oscuro. Y ya no podrás vivir sin ella.

ánimo S.

1 bso

Akroon dijo...

ALYEBARD: Només de vegades... però a mi em van fer de material resistent... :)
Simplement l'altre dia em vaig posar a recordar...
Petons!

Akroon dijo...

ANÓNIMO: No me molesta la cictriz... sería triste el no tenerla, ¿no crees? Ni tan siquiera me molesta... es solo que a veces me apetece tocarla y hundir los dedos en ella, volverla abierta cuando está cerrando.

Sé que sin ella, yo no sería lo que soy, para bien o para mal.

Y a pesar de ello, cada día me levanto y le sonrío al sol que asoma por la ventana.

Un beso enorme para ti...

Luis dijo...

Ufff...qué difícil es el olvido..yo tengo una herida sangrando aún...

Akroon dijo...

LUIS: ¿Sabes? En este caso, no creo que haya olvido... imposible haberlo... Una pacífica convivencia con el recuerdo... creo que es eso lo que es...
Un besazo.