Pasados los treinta, a ratos involuciono hasta la adolescente del grano en mitad de la cara, que lo siente todo con la intensidad de no haber un mañana y con la curiosidad del que no sabe nada, con la urgencia del que lo quiere todo y lo quiere ahora (como decía Queen), con la euforia de la plenitud de la simple expectativa y con la ignorancia del inexperimentado.
Me descubro con el corazón latiéndome en la garganta, con el ansia del impaciente y con la premura del que no dispone de tiempo ni oportunidad.
En mitad de mi retornada adolescencia, me espoleo para quitarme las tonterías del cuerpo y las entelequias de las retinas, intentando darle racionalidad y raciocinio a aquello que sólo puede entenderse con la boca del estómago y la cabeza hueca.
Con la risa floja y la sonrisa estúpida, con la desesperación teatral y el desasosiego inmaduro, con el cambio de la exaltación a la decepción en un abrir y cerrar de ojos, me siento a observar mi edad de grano en mitad de la cara en cuerpo de mujer hecha y derecha y me digo: a veces, nena, eres de lo más gilipollas.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
5 comentarios:
No abandone nunca esa "estupidez".
Con afecto.
Hola
Precioso tu blog. Eres capaz de identificar al lector con tus propios sentimientos. Sigue escribiendo así.
CRONOPIO: Lo procuraré... aunque mantener ese ritmo siempre es devastador...!!!! ;)
ORIGAMOS: Gracias... de lo cual interpreto que puede captarse un estado de gilipollez en estado puro. :P
Se hará lo que se pueda...
Un beso!!!
El caso es que me parece que yo esto lo he vivido en mi propia boca del estómago y mi propia cabeza hueca... no hace mucho.
Besazos, guapa.
Publicar un comentario